“Porque no hará nada Jehova el Señor sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”. Amos 3:7.

Archivo para agosto, 2013

Y á todas las gentes conviene que el evangelio sea predicado antes.

 

1 Y SALIENDO del templo, le dice uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué edificios.

Y Jesús respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.

Y sentándose en el monte de las Olivas delante del templo, le preguntaron aparte Pedro y Jacobo y Juan y Andrés:

Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿y qué señal habrá cuando todas estas cosas han de cumplirse?

Y Jesús respondiéndoles, comenzó á decir: Mirad, que nadie os engañe;

Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y engañaran á muchos.

Mas cuando oyereis de guerras y de rumores de guerras no os turbéis, porque conviene hacerse así; mas aun no será el fin.

Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores serán estos.

Mas vosotros mirad por vosotros: porque os entregarán en los concilios, y en sinagogas seréis azotados: y delante de presidentes y de reyes seréis llamados por causa de mí, en testimonio á ellos.

10 Y á todas las gentes conviene que el evangelio sea predicado antes.

11 Y cuando os trajeren para entregaros, no premeditéis qué habéis de decir, ni lo penséis: mas lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.

12 Y entregará á la muerte el hermano al hermano, y el padre al hijo: y se levantarán los hijos contra los padres, y los matarán.

13 Y seréis aborrecidos de todos por mi nombre: mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo.

14 Empero cuando viereis la abominación de asolamiento, que fué dicha por el profeta Daniel, que estará donde no debe (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan á los montes;

15 Y el que esté sobre el terrado, no descienda á la casa, ni entre para tomar algo de su casa;

16 Y el que estuviere en el campo, no vuelva atrás á tomar su capa.

17 Mas ­ay de las preñadas, y de las que criaren en aquellos días!

18 Orad pues, que no acontezca vuestra huída en invierno.

19 Porque aquellos días serán de aflicción, cual nunca fué desde el principio de la creación que crió Dios, hasta este tiempo, ni será.

20 Y si el Señor no hubiese abreviado aquellos días, ninguna carne se salvaría; mas por causa de los escogidos que él escogió, abrevió aquellos días.

21 Y entonces si alguno os dijere: He aquí, aquí está el Cristo; ó, He aquí, allí está, no le creáis.

22 Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y darán señales y prodigios, para engañar, si se pudiese hacer, aun á los escogidos.

23 Mas vosotros mirad; os lo he dicho antes todo.

24 Empero en aquellos días, después de aquella aflicción, el sol se obscurecerá, y la luna no dará su resplandor;

25 Y las estrellas caerán del cielo, y las virtudes que están en los cielos serán conmovidas;

26 Y entonces verán al Hijo del hombre, que vendrá en las nubes con mucha potestad y gloria.

27 Y entonces enviará sus ángeles, y juntará sus escogidos de los cuatro vientos, desde el cabo de la tierra hasta el cabo del cielo.

28 De la higuera aprended la semejanza: Cuando su rama ya se enternece, y brota hojas, conocéis que el verano está cerca:

29 Así también vosotros, cuando viereis hacerse estas cosas, conoced que está cerca, á las puertas.

30 De cierto os digo que no pasará esta generación, que todas estas cosas no sean hechas.

31 El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.

32 Empero de aquel día y de la hora, nadie sabe; ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.

33 Mirad, velad y orad: porque no sabéis cuándo será el tiempo.

34 Como el hombre que partiéndose lejos, dejó su casa, y dió facultad á sus siervos, y á cada uno su obra, y al portero mandó que velase:

35 Velad pues, porque no sabéis cuándo el señor de la casa vendrá; si á la tarde, ó á la media noche, ó al canto del gallo, ó á la mañana;

36 Porque cuando viniere de repente, no os halle durmiendo.

37 Y las cosas que á vosotros digo, á todos las dijo: Velad.

  Marcos 13 (Reina-Valera Antigua)

Nuevo encuentro por el descanso dominical

COMERCIO

Nuevo encuentro por el descanso dominical

Volverán a reunirse hoy los referentes comerciales para tratar de avanzar en un acuerdo. El encuentro será en la sede de la Federación Empresarial de Corrientes (FECORR) se realizará hoy, a las 16:30, una nueva reunión entre diversos sectores supermercadistas, comerciales y gremiales para aunar criterios en torno a la propuesta de no trabajar los domingos.
Desde los diferentes sectores participantes se impulsa la posibilidad de un acuerdo de partes, avalado por la Iglesia y el Gobierno provincial, a través de la Subsecretaría de Trabajo (órgano de aplicación y control del acuerdo).

En ese contexto, esperan que al encuentro asistan referentes de las dos hipermercados que operan en la ciudad.

“Nosotros queremos que haya descanso dominical, como en la década del ‘80. No obstante, sí las cadenas grandes no se suman no vamos a regalar mercado, eso está claro”, describió a época Raúl Rugido, gerente de una conocida red de supermercados de la ciudad.
“Sería muy bueno que asistan al cónclave referentes municipales y de los hipers, así estamos todos y nos ponemos de acuerdo en esta iniciativa que fue impulsada por la CAME”, enfatizó el mencionado.

En la reunión anterior fueron de la partida: el titular de FECORR Juan Castro, el secretario general del Sindicato de Empleados de Comercio, José Gatti, el padre Ariel Caballero por el Arzobispado. Junto a representantes de APICC, Cámara de Farmacias y las principales cadenas de supermercados.

Jueves, 15 de agosto de 2013
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Y acordóse que eran carne; Soplo que va y no vuelve.

1 Masquil de Asaph.

ESCUCHA, pueblo mío, mi ley: Inclinad vuestro oído á las palabras de mi boca.

2 Abriré mi boca en parábola; Hablaré cosas reservadas de antiguo:

3 Las cuales hemos oído y entendido; Que nuestros padres nos las contaron.

4 No las encubriremos á sus hijos, Contando á la generación venidera las alabanzas de Jehová, Y su fortaleza, y sus maravillas que hizo.

5 El estableció testimonio en Jacob, Y pusó ley en Israel; La cual mandó á nuestros padres Que la notificasen á sus hijos;

6 Para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; Y los que se levantarán, lo cuenten á sus hijos;

7 A fin de que pongan en Dios su confianza, Y no se olviden de las obras de Dios, Y guarden sus mandamientos:

8 Y no sean como sus padres, Generación contumaz y rebelde; Generación que no apercibió su corazón, Ni fué fiel para con Dios su espíritu.

9 Los hijos de Ephraim armados, flecheros, Volvieron las espaldas el día de la batalla.

10 No guardaron el pacto de Dios, Ni quisieron andar en su ley:

11 Antes se olvidaron de sus obras, Y de sus maravillas que les había mostrado.

12 Delante de sus padres hizo maravillas En la tierra de Egipto, en el campo de Zoán.

13 Rompió la mar, é hízolos pasar; E hizo estar las aguas como en un montón.

14 Y llevólos de día con nube, Y toda la noche con resplandor de fuego.

15 Hendió las peñas en el desierto: Y dióles á beber como de grandes abismos;

16 Pues sacó de la peña corrientes, E hizo descender aguas como ríos.

17 Empero aun tornaron á pecar contra él, Enojando en la soledad al Altísimo.

18 Pues tentaron á Dios en su corazón, Pidiendo comida á su gusto.

19 Y hablaron contra Dios, Diciendo: ¿Podrá poner mesa en el desierto?

20 He aquí ha herido la peña, y corrieron aguas, Y arroyos salieron ondeando: ¿Podrá también dar pan? ¿Aparejará carne á su pueblo?

21 Por tanto oyó Jehová, é indignóse: Y encendióse el fuego contra Jacob, Y el furor subió también contra Israel;

22 Por cuanto no habían creído á Dios, Ni habían confiado en su salud:

23 A pesar de que mandó á las nubes de arriba, Y abrió las puertas de los cielos,

24 E hizo llover sobre ellos maná para comer, Y dióles trigo de los cielos.

25 Pan de nobles comió el hombre: Envióles comida á hartura.

26 Movió el solano en el cielo, Y trajo con su fortaleza el austro.

27 E hizo llover sobre ellos carne como polvo, Y aves de alas como arena de la mar.

28 E hízolas caer en medio de su campo, Alrededor de sus tiendas.

29 Y comieron, y hartáronse mucho: Cumplióles pues su deseo.

30 No habían quitado de sí su deseo, Aun estaba su vianda en su boca,

31 Cuando vino sobre ellos el furor de Dios, Y mató los más robustos de ellos, Y derribo los escogidos de Israel.

32 Con todo esto pecaron aún, Y no dieron crédito á sus maravillas.

33 Consumió por tanto en nada sus días, Y sus años en la tribulación.

34 Si los mataba, entonces buscaban á Dios; Entonces se volvían solícitos en busca suya.

35 Y acordábanse que Dios era su refugio. Y el Dios Alto su redentor.

36 Mas le lisonjeaban con su boca, Y con su lengua le mentían:

37 Pues sus corazones no eran rectos con él, Ni estuvieron firmes en su pacto.

38 Empero él misericordioso, perdonaba la maldad, y no los destruía: Y abundó para apartar su ira, Y no despertó todo su enojo.

39 Y acordóse que eran carne; Soplo que va y no vuelve.

40 Cuántas veces lo ensañaron en el desierto, Lo enojaron en la soledad!

41 Y volvían, y tentaban á Dios, Y ponían límite al Santo de Israel.

42 No se acordaron de su mano, Del día que los redimió de angustia;

43 Cuando puso en Egipto sus señales, Y sus maravillas en el campo de Zoán;

44 Y volvió sus ríos en sangre, Y sus corrientes, porque no bebiesen.

45 Envió entre ellos una mistura de moscas que los comían, Y ranas que los destruyeron.

46 Dió también al pulgón sus frutos, Y sus trabajos á la langosta.

47 Sus viñas destruyó con granizo, Y sus higuerales con piedra;

48 Y entregó al pedrisco sus bestias, Y al fuego sus ganados.

49 Envió sobre ellos el furor de su saña, Ira y enojo y angustia, Con misión de malos ángeles.

50 Dispuso el camino á su furor; No eximió la vida de ellos de la muerte, Sino que entregó su vida á la mortandad.

51 E hirió á todo primogénito en Egipto, Las primicias de las fuerzas en las tiendas de Châm.

52 Empero hizo salir á su pueblo como ovejas, Y llevólos por el desierto, como un rebaño.

53 Y guiólos con seguridad, que no tuvieron miedo; Y la mar cubrió á sus enemigos.

54 Metiólos después en los términos de su santuario, En este monte que ganó su mano derecha.

55 Y echó las gentes de delante de ellos, Y repartióles una herencia con cuerdas; E hizo habitar en sus moradas á las tribus de Israel.

56 Mas tentaron y enojaron al Dios Altísimo, Y no guardaron sus testimonios;

57 Sino que se volvieron, y se rebelaron como sus padres: Volviéronse como arco engañoso.

58 Y enojáronlo con sus altos, Y provocáronlo á celo con sus esculturas.

59 Oyólo Dios, y enojóse, Y en gran manera aborreció á Israel.

60 Dejó por tanto el tabernáculo de Silo, La tienda en que habitó entre los hombres;

61 Y dió en cautividad su fortaleza, Y su gloria en mano del enemigo.

62 Entregó también su pueblo á cuchillo, Y airóse contra su heredad.

63 El fuego devoró sus mancebos, Y sus vírgenes no fueron loadas en cantos nupciales.

64 Sus sacerdotes cayeron á cuchillo, Y sus viudas no lamentaron.

65 Entonces despertó el Señor á la manera del que ha dormido, Como un valiente que grita excitado del vino:

66 E hirió á sus enemigos en las partes posteriores: Dióles perpetua afrenta.

67 Y desechó el tabernáculo de José, Y no escogió la tribu de Ephraim.

68 Sino que escogió la tribu de Judá, El monte de Sión, al cual amó.

69 Y edificó su santuario á manera de eminencia, Como la tierra que cimentó para siempre.

70 Y eligió á David su siervo, Y tomólo de las majadas de las ovejas:

71 De tras las paridas lo trajo, Para que apacentase á Jacob su pueblo, y á Israel su heredad.

72 Y apacentólos con entereza de su corazón; Y pastoreólos con la pericia de sus manos.

Salmos 78

Reina-Valera Antigua (RVA)

¿Quién juzgará a los homosexuales?

TUTU

Arzobispo Desmond Tutu: “Dios no puede odiar a los homosexuales”   

«A muchos de nosotros nos produce angustia imaginar que Dios pueda crear a alguien y decirle: ‘Te odio. Te odio por cómo te he hecho'», dijo el líder religioso anglicano.

   Sudafrica      |      Viernes  26 de Julio, 2013      | Por      NoticiaCristiana.com |

Johannesburgo.- Desmond Tutu, arzobispo emérito de la ciudad suroccidental sudafricana de Ciudad del Cabo y premio nobel de la Paz, rechazó hoy que Dios odie a los homosexuales, y comparó la homofobia con el racismo.

“A muchos de nosotros nos produce angustia imaginar que Dios pueda crear a alguien y decirle: ‘Te odio.

Te odio por cómo te he hecho’”, dijo el líder religioso anglicano en Ciudad del Cabo, durante la presentación de una campaña de la ONU por la igualdad de las minorías sexuales.

“¿Pueden imaginarme a mí, que he dicho que es injusto castigar por algo que no se elige como la raza o el sexo, callado cuando hay personas perseguidas, asesinadas por su orientación sexual?”, añadió el antiguo activista contra el régimen racista sudafricano del “apartheid”.

“Yo pienso que esto (la homofobia) es exactamente igual de injusto, como lo fue siempre el racismo”, agregó Tutu, quien recordó también que los homosexuales “no son una raza aparte”, tal y como sostienen algunos, informó hoy la agencia local de noticias Sapa.

“No quisiera ir a un cielo que fuera homófobo. No, mejor me disculparía y diría que quiero ir a otro lugar”, añadió el mítico luchador por los derechos humanos, con su habitual vehemencia.

Tutu, de 81 años, participó en el inicio de la campaña global de la ONU “Libre e igual”, que pretende concienciar sobre la violencia y la discriminación contra las minorías sexuales.

El premio nobel de la Paz de 1984 indicó que mucha gente no puede elegir libremente su estilo de vida debido a los “prejuicios” y a la “violencia potencial” a la que se enfrentan.

Esta no es la primera vez que el líder religioso defiende la homosexualidad: el pasado mes de diciembre pidió al Gobierno de Uganda que rechazara un borrador de ley que pretende endurecer las penas contra estos colectivos.

 

Fuente: EFE
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Papa Francisco: ‘¿Quién soy yo para juzgar a los gays?’

@ADNPolitico

Julio 29, 2013   

 

El Papa Francisco señaló que él no puede juzgar a las personas con preferencia homosexual y afirmó que dicha comunidad no debe ser marginada de ningún modo, reportó CNN en Español. En una entrevista que proporcionó durante su trayecto de regreso a Italia, el Sumo Pontífice habló de temas escandalosos que aquejan al vaticano, entre ellos la creación de un “lobby gay”, el cual, declaró, actúa en contra de los intereses de la Iglesia.

“Cuando me encuentro con una persona gay, tengo que distinguir entre su ser gay y ser parte de un lobby.  Si aceptan al Señor y tienen buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlos? Ellos no deben ser marginados. La tendencia (a la homosexualidad) no es el problema… ellos son nuestros hermanos”, afirmó el Papa argentino.

El líder de la iglesia católica también habló acerca del papel de la mujer en la iglesia y descartó la posibilidad de la ordenación femenina al sacerdocio.

«La iglesia dice no. Esa puerta está cerrada», aseveró.

Ante el tema económico y bancario en el Vaticano, el Papa reconoció no estar totalmente seguro de las medidas que hay que tomar, pero señaló que confía en los miembros de la comisión que trabajan en dicho asunto.

“Algunos dicen que sería mejor si fuera un banco, otros dicen que debería ser una fundación. Otros dicen que hay que eliminarlo. Estas son las sugerencias que circulan. No sé. Confío en los miembros de la comisión que están trabajando en el asunto. Pero no puedo decir cómo acabará esta historia”, afirmó el líder religioso.

Al ser cuestionado en cuanto al tema del aborto, el Papa no declaró nada en torno y señaló que las enseñanzas de la Iglesia en contra de dicho acto eran claras; en tanto, al hablar del divorcio, el Sumo Pontífice aseguró que un grupo de cardenales estudiarán la posibilidad de que las personas divorciadas puedan recibir la comunión.

 

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El papa celebra misa con los jesuitas en la fiesta de san Ignacio

En la festividad de san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, orden a la que el santo padre pertenece,  ha celebrado esta mañana a las 8.00 la eucaristía con los jesuitas en la iglesia romana del Gesú, donde se encuentran las reliquias del santo. Ha sido una misa privada a la que han asistido solo los sacerdotes de la Compañía,  amigos y colaboradores. Sin embargo, el papa ha sido recibido por cientos de personas que querían saludarle y han esperado hasta el final de la celebración para poder hacerlo. Han concelebrado con el pontífice monseñor Luis Ladaria, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el padre general de la Compañía de Jesús, Adolfo Nicolás, miembros del Consejo y más de doscientos jesuitas.

Publicamos a continuación la homilía de santo padre:

En esta eucaristía en la que celebramos a nuestro padre Ignacio de Loyola, a la luz de las lecturas que hemos escuchado, quisiera proponer tres sencillos pensamientos guiados de tres expresiones: poner en el centro a Cristo y a la Iglesia; dejarse conquistar por Él para servir, sentir la vergüenza de nuestros límites y pecados, para ser humildes delante de Él y los hermanos.

Nuestro lema, el de los jesuitas, “Iesus Hominum Salvator” (IHS). Cualquiera de vosotros podría decirme: «¡lo sabemos muy bien!» Pero este lema nos recuerda constantemente una realidad que no debemos olvidar nunca: la centralidad de Cristo para cada uno de nosotros y para toda la Compañía que San Ignacio quiso que se llamase “de Jesús” para indicar el punto de referencia. Del resto también al inicio de los Ejercicios  Espirituales, nos pone de frente a nuestro Señor Jesucristo, a nuestro Creador y Salvador (cfr EE, 6). Y esto nos lleva a nosotros, los jesuitas y a toda la Compañía a ser “descentrados”, a tener siempre delante a “Cristo siempre mayor”, el » Deus semper maior «, el «intimior intimo meo»,  que nos lleva continuamente fuera de nosotros mismo, nos lleva a una cierta kenosis, a «salir del propio amor, querer e intereses» (EE, 189). No es descontada la pregunta para nosotros, para todos nosotros: ¿es Cristo el centro de mi vida? ¿Pongo realmente a Cristo en el centro de mi vida? Porque siempre está la tentación de pensar estar nosotros al centro. Y cuando un jesuita pone a sí mismo al centro y no a Cristo, se equivoca. En la primera lectura, Moisés repite con insistencia al pueblo amar al Señor, caminar por sus vías, «porque es Él tu vida» (cfr Dt 30, 16.20). ¡Cristo es nuestra vida! A la centralidad de Cristo corresponde también la centralidad de la Iglesia: son dos fuegos que no pueden separarse: yo no puedo seguir a Cristo si no en la Iglesia y con la Iglesia. Y también en este caso, nosotros los jesuitas y toda la Compañía, estamos por decirlo así “desplazados”, estamos al servicio de Cristo y de la Iglesia, la Esposa de Cristo nuestro Señor, que es nuestra Santa Madre Iglesia Jerárquica (cfr EE, 353). Ser hombres radicados y fundados en la Iglesia: así nos quiere Jesús. No puede haber caminos paralelos o aislados. Sí, caminos de búsqueda, caminos creativos, sí, es importante; ir hacia las periferias. Para esto es necesaria creatividad, pero siempre en comunidad, en la Iglesia, con esta pertenencia que nos da la valentía de ir adelante. Servir a Cristo es amar esta Iglesia concreta y servirla con generosidad y espíritu de obediencia.

2. ¿Cuál es el camino para vivir esta doble centralidad? Miramos a la experiencia de san Pablo, que es también la experiencia de san Ignacio. El apóstol, en la segunda lectura que hemos escuchado, escribe: mi esfuerzo por correr hacia la perfección de Cristo, «habiendo sido yo mismo alc anzado por Cristo Jesús».(Fil 3,12). Para Pablo sucedió camino de Damasco, para Ignacio en su casa de Loyola, pero el punto fundamental es común: dejarse conquistar por Cristo. yo busco a Jesús, yo sirvo a Jesús porque Él me ha buscado primero, porque he sido conquistado por Él: y esto es el corazón de nuestra experiencia. Pero Él está primero, siempre. En español hay una palabra que es muy gráfica, que lo explica muy bien: Él nos «primerea». Está primero siempre. Cuando nosotros llegamos, Él ha llegado y nos espera. Y aquí quisiera llamar a la meditación sobre el Reino en la Segunda Semana. Cristo nuestro Señor, Rey eterno, llama a cada uno de nosotros diciéndonos: «quien quiera venir conmigo debe trabajar conmigo, para que siguiéndome en el sufrimiento, me siga también en la gloria (EE, 95): Ser conquistado por Cristo para ofrecer a este Rey toda nuestra persona y todas nuestras fatigas (cfr EE, 96); decir al Señor querer hacer todo por su mayor servicio y alabanza, imitarlo en el aguantar también injurias, desprecio, pobreza (cfr EE, 98). Pero pienso en nuestro hermano en Siria en este momento. Dejarse conquistar por Cristo significa estar siempre dirigido hacia lo que tengo de frente, hacia la meta de Cristo (cfr Fil 3,14) y preguntarse con verdad y sinceridad: ¿qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo? (cfr EE, 53).

3.  Y voy al último punto. En el Evangelio Jesús nos dice: «quien quiera salvar la propia vida la perderá, pero quien pierda su vida por mi, la salvará…quién se avergüence de mi»  (Lc 9, 23). Y así. La vergüenza del jesuita. La invitación que hace Jesús es la de no avergonzarse nunca de Él, sino de seguirle siempre con total dedicación, fiándose y confiando en Él.

Mirando a Jesús, como San Ignacio nos enseña en la Primera Semana, sobre todo mirando a Cristo crucificado, sentimos esa sensación tan humana y tan noble que es la vergüenza de no estar a la altura. Miramos a la sabiduría de Cristo y a nuestra ignorancia, a su omnipotencia y a nuestra debilidad, a su justicia y a nuestra iniquidad, a su bondad y a nuestra maldad (cfr EE, 59). Pedir la gracia de la vergüenza; vergüenza que viene del continuo coloquio de misericordia con Él; vergüenza que nos hace sonrojarnos delante de Jesucristo; vergüenza que nos pone en sintonía con el corazón de Cristo que se ha hecho pecado por mí; vergüenza que pone en armonía nuestro corazón en las lágrimas y nos acompaña en la secuela cotidiana de «mi Señor». Y esto nos lleva siempre, a cada uno por separado y como compañía, a la humildad, a vivir esta gran virtud. Humildad que nos hace conscientes todos los días de que no somos nosotros los que tenemos que construir el Reino de Dios, sino que es siempre la gracia del Señor que obra en nosotros; la humildad que nos lleva a ponernos a nosotros mismos no a nuestro servicio personal o al servicio de nuestras ideas, sino al servicio de Cristo y de la Iglesia, como vasijas de barro, frágiles, inadecuadas, insuficientes, pero con un inmenso tesoro que llevamos y comunicamos (2 Cor 4,7). A mí siempre me ha gustado pensar en el ocaso del jesuita, cuando un jesuita termina su vida, cuando tramonta. A mí me viene siempre dos imágenes de este atardecer del jesuita; una clásica, la que san Francisco Javier, mirando a China. El arte ha pintado muchas veces este tramonto, este final de Javier. También la literatura, en ese bonito fragmento de Pemán. Al final, sin nada, pero delante del Señor; esto me hace bien, pensar esto. El otro tramonto, la otra imagen que me viene como ejemplo, es el de padre Arrupe en su última conversación en el campo de refugiados cuando nos había dicho – algo que el mismo decía – «esto lo digo como si fuese mi canto de cisne: rezad». La oración, la unión con Jesús. Y después de decir esto, cogió el avión, llegó a Roma con el ictus, que dio inicio a aquel atardecer tan largo y tan ejemplar.  Dos imágenes que a todos nos hará bien observar y recordar. Pedir la gracia que nuestro atardecer sea como el de ellos.

Queridos hermanos, dirijámonos a Nuestra Señora, Ella que ha llevado a Cristo en su vientre y ha acompañado en los primeros pasos de la Iglesia, nos ayude a poner siempre al centro de nuestra vida y de nuestro ministerio a Cristo y a su Iglesia; Ella que ha sido la primera y más perfecta discípula de su Hijo, nos ayude a dejarnos conquistar por Cristo para seguirlo y servirlo en cada situación; Ella que ha respondido con la más profunda humildad al anuncio del Ángelo: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), nos haga sentir vergüenza por ser inadecuados para el tesoro que nos ha sido confiado, para vivir la humildad ante Dios. Que acompañe nuestro camino la intercesión paternal de San Ignacio y de todos los santos jesuitas, que siguen enseñarnos cómo hacer todo, con humildad, ad maiorem Dei gloriam.

Traducido del italiano por Rocío Lancho Garcia

 

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