“Porque no hará nada Jehova el Señor sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”. Amos 3:7.

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¿Quieres ser sano?

1 DESPUÉS de estas cosas, era un día de fiesta de los Judíos, y subió Jesús á Jerusalem.

Y hay en Jerusalem á la puerta del ganado un estanque, que en hebraico es llamado Bethesda, el cual tiene cinco portales.

En éstos yacía multitud de enfermos, ciegos, cojos, secos, que estaban esperando el movimiento del agua.

Porque un ángel descendía á cierto tiempo al estanque, y revolvía el agua; y el que primero descendía en el estanque después del movimiento del agua, era sano de cualquier enfermedad que tuviese.

Y estaba allí un hombre que había treinta y ocho años que estaba enfermo.

Como Jesús vió á éste echado, y entendió que ya había mucho tiempo, dícele: ¿Quieres ser sano?

Señor, le respondió el enfermo, no tengo hombre que me meta en el estánque cuando el agua fuere revuelta; porque entre tanto que yo vengo, otro antes de mí ha descendido.

Dícele Jesús: Levántate, toma tu lecho, y anda.

Y luego aquel hombre fué sano, y tomó su lecho, é íbase. Y era sábado aquel día.

10 Entonces los Judíos decían á aquel que había sido sanado: Sábado es: no te es lícito llevar tu lecho.

11 Respondióles: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda.

12 Preguntáronle entonces: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda?

13 Y el que había sido sanado, no sabía quién fuese; porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar.

14 Después le halló Jesús en el templo, y díjole: He aquí, has sido sanado; no peques más, porque no te venga alguna cosa peor.

15 El se fué, y dió aviso á los Judíos, que Jesús era el que le había sanado.

16 Y por esta causa los Judíos perseguían á Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en sábado.

17 Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro.

18 Entonces, por tanto, más procuraban los Judíos matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también á su Padre llamaba Dios, haciéndose igual á Dios.

Juan 5:1-18

Reina-Valera Antigua (RVA)

Le siguieron

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1Y ACONTECIO, que estando él junto al lago de Genezaret, las gentes se agolpaban sobre él para oir la palabra de Dios.

2Y vió dos barcos que estaban cerca de la orilla del lago: y los pescadores, habiendo descendido de ellos, lavaban sus redes.

3Y entrado en uno de estos barcos, el cual era de Simón, le rogó que lo desviase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde el barco á las gentes.

4Y como cesó de hablar, dijo á Simón: Tira á alta mar, y echad vuestras redes para pescar.

5Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, habiendo trabajado toda la noche, nada hemos tomado; mas en tu palabra echaré la red.

6Y habiéndolo hecho, encerraron gran multitud de pescado, que su red se rompía.

7E hicieron señas á los compañeros que estaban en el otro barco, que viniesen á ayudarles; y vinieron, y llenaron ambos barcos, de tal manera que se anegaban.

8Lo cual viendo Simón Pedro, se derribó de rodillas á Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.

9Porque temor le había rodeado, y á todos los que estaban con él, de la presa de los peces que habían tomado;

10Y asimismo á Jacobo y á Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo á Simón: No temas: desde ahora pescarás hombres.

11Y como llegaron á tierra los barcos, dejándolo todo, le siguieron.

12Y aconteció que estando en una ciudad, he aquí un hombre lleno de lepra, el cual viendo á Jesús, postrándose sobre el rostro, le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

13Entonces, extendiendo la mano, le tocó diciendo: Quiero: sé limpio. Y luego la lepra se fué de él.

14Y él le mandó que no lo dijese á nadie: Mas ve, díjole, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés, para testimonio á ellos.

15Empero tanto más se extendía su fama: y se juntaban muchas gentes á oir y ser sanadas de sus enfermedades.

16Mas él se apartaba á los desiertos, y oraba.

17Y aconteció un día, que él estaba enseñando, y los Fariseos y doctores de la ley estaban sentados, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalem: y la virtud del Señor estaba allí para sanarlos.

18Y he aquí unos hombres, que traían sobre un lecho un hombre que estaba paralítico; y buscaban meterle, y ponerle delante de él.

19Y no hallando por donde meterle á causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho en medio, delante de Jesús;

20El cual, viendo la fe de ellos, le dice: Hombre, tus pecados te son perdonados.

21Entonces los escribas y los Fariseos comenzaron á pensar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?

22Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué pensáis en vuestros corazones?

23¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, ó decir: Levántate y anda?

24Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados, (dice al paralítico): A ti digo, levántate, toma tu lecho, y vete á tu casa.

25Y luego, levantándose en presencia de ellos, y tomando aquel en que estaba echado, se fué á su casa, glorificando á Dios.

26Y tomó espanto á todos, y glorificaban á Dios; y fueron llenos del temor, diciendo: Hemos visto maravillas hoy.

27Y después de estas cosas salió, y vió á un publicano llamado Leví, sentado al banco de los públicos tributos, y le dijo: Sígueme.

28Y dejadas todas las cosas, levantándose, le siguió.

Lucas 5:1-28.

De cierto, de cierto os digo, que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os hartasteis.

Juan 6

1Pasadas estas cosas, fuése Jesús de la otra parte de la mar de Galilea, que es de Tiberias.

2Y seguíale grande multitud, porque veían sus señales que hacía en los enfermos.

3Y subió Jesús á un monte, y se sentó allí con sus discípulos.

4Y estaba cerca la Pascua, la fiesta de los Judíos.

5Y como alzó Jesús los ojos, y vió que había venido á él grande multitud, dice á Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?

6Mas esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer.

7Respondióle Felipe: Doscientos denarios de pan no les bastarán, para que cada uno de ellos tome un poco.

8Dícele uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro:

9Un muchacho está aquí que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; ¿mas qué es esto entre tantos?

10Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar: y recostáronse como número de cinco mil varones.

11Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, repartió á los discípulos, y los discípulos á los que estaban recostados: asimismo de los peces, cuanto querían.

12Y como fueron saciados, dijo á sus discípulos: Recoged los pedazos que han quedado, porque no se pierda nada.

13Cogieron pues, é hinchieron doce cestas de pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron á los que habían comido.

14Aquellos hombres entonces, como vieron la señal que Jesús había hecho, decían: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.

15Y entendiendo Jesús que habían de venir para arrebatarle, y hacerle rey, volvió á retirarse al monte, él solo.

16Y como se hizo tarde, descendieron sus discípulos á la mar;

17Y entrando en un barco, venían de la otra parte de la mar hacia Capernaum. Y era ya oscuro, y Jesús no había venido á ellos.

18Y levantábase la mar con un gran viento que soplaba.

19Y como hubieron navegado como veinticinco ó treinta estadios, ven á Jesús que andaba sobre la mar, y se acercaba al barco: y tuvieron miedo.

20Mas él les dijo: Yo soy; no tengáis miedo.

21Ellos entonces gustaron recibirle en el barco: y luego el barco llegó á la tierra donde iban.

22El día siguiente, la gente que estaba de la otra parte de la mar, como vió que no había allí otra navecilla sino una, y que Jesús no había entrado con sus discípulos en ella, sino que sus discípulos se habían ido solos;

23Y que otras navecillas habían arribado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber el Señor dado gracias;

24Como vió pues la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron ellos en las navecillas, y vinieron á Capernaum buscando á Jesús.

25Y hallándole de la otra parte de la mar, dijéronle: Rabbí, ¿cuándo llegaste acá?

26Respondióles Jesús, y dijo; De cierto, de cierto os digo, que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os hartasteis.
27Trabajad no por la comida que perece, mas por la comida que á vida eterna permanece, la cual el Hijo del hombre os dará: porque á éste señaló el Padre, que es Dios.

28Y dijéronle: ¿Qué haremos para que obremos las obras de Dios?

29Respondió Jesús, y díjoles: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

30Dijéronle entonces: ¿Qué señal pues haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obras?

31Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dió á comer.

32Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dió Moisés pan del cielo; mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.

33Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.

34Y dijéronle: Señor, danos siempre este pan.

35Y Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida: el que á mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.

36Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis.

37Todo lo que el Padre me da, vendrá á mí; y al que á mí viene, no le hecho fuera.

38Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, mas la voluntad del que me envió.

39Y esta es la voluntad del que me envió, del Padre: Que todo lo que me diere, no pierda de ello, sino que lo resucite en el día postrero.

40Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero.

41Murmuraban entonces de él los Judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendí del cielo.

42Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?

43Y Jesús respondió, y díjoles: No murmuréis entre vosotros.

44Ninguno puede venir á mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.

45Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados de Dios. Así que, todo aquel que oyó del Padre, y aprendió, viene á mí.

46No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios, éste ha visto al Padre.

47De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.

48Yo soy el pan de vida.

49Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y son muertos.

50Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él comiere, no muera.

51Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo: si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.

52Entonces los Judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos su carne á comer?

53Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros.

54El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero.

55Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

56El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.

57Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.

58Este es el pan que descendió del cielo: no como vuestros padres comieron el maná, y son muertos: el que come de este pan, vivirá eternamente.

59Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.

60Y muchos de sus discípulos oyéndo lo, dijeron: Dura es esta palabra: ¿quién la puede oir?

61Y sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, díjoles: ¿Esto os escandaliza?

62¿Pues qué, si viereis al Hijo del hombre que sube donde estaba primero?

63El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha: las palabras que yo os he hablado, son espíritu y son vida.

64Mas hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús desde el principio sabía quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar.

65Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir á mí, si no le fuere dado del Padre.

66Desde esto, muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él.

67Dijo entonces Jesús á los doce: ¿Queréis vosotros iros también?

68Y respondióle Simón Pedro: Señor, ¿á quién iremos? tú tienes palabras de vida eterna.

69Y nosotros creemos y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente.

70Jesús le respondió: ¿No he escogido yo á vosotros doce, y uno de vosotros es diablo?

71Y hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón, porque éste era el que le había de entregar, el cual era uno de los doce.

Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para llevar discípulos tras sí

Hechos 20

1Y DESPUÉS que cesó el alboroto, llamando Pablo á los discípulos habiéndoles exhortado y abrazado, se despidió, y partió para ir á Macedonia.
2Y andado que hubo aquellas partes, y exhortádoles con abundancia de palabra, vino á Grecia.

3Y después de haber estado allí tres meses, y habiendo de navegar á Siria, le fueron puestas asechanzas por los Judíos; y así tomó consejo de volverse por Macedonia.

4Y le acompañaron hasta Asia Sopater Bereense, y los Tesalonicenses, Aristarco y Segundo; y Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tychîco y Trófimo.

5Estos yendo delante, nos esperaron en Troas.

6Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos y vinimos á ellos á Troas en cinco días, donde estuvimos siete días.

7Y el día primero de la semana, juntos los discípulos á partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de partir al día siguiente: y alargó el discurso hasta la media noche.

8Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban juntos.

9Y un mancebo llamado Eutichô que estaba sentado en la ventana, tomado de un sueño profundo, como Pablo disputaba largamente, postrado del sueño cayó del tercer piso abajo, y fué alzado muerto.

10Entonces descendió Pablo, y derribóse sobre él, y abrazándole, dijo: No os alborotéis, que su alma está en él.

11Después subiendo, y partiendo el pan, y gustando, habló largamente hasta el alba, y así partió.

12Y llevaron al mozo vivo, y fueron consolados no poco.

13Y nosotros subiendo en el navío, navegamos á Assón, para recibir de allí á Pablo; pues así había determinado que debía él ir por tierra.

14Y como se juntó con nosotros en Assón, tomándole vinimos á Mitilene.

15Y navegamos de allí, al día siguiente llegamos delante de Chîo, y al otro día tomamos puerto en Samo: y habiendo reposado en Trogilio, al día siguiente llegamos á Mileto.

16Porque Pablo se había propuesto pasar adelante de Efeso, por no deternerse en Asia: porque se apresuraba por hacer el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalem.

17Y enviando desde Mileto á Efeso, hizo llamar á los ancianos de la iglesia.

18Y cuando vinieron á él, les dijo: Vosotros sabéis cómo, desde el primer día que entré en Asia, he estado con vosotros por todo el tiempo,

19Sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y tentaciones que me han venido por las asechanzas de los Judíos:

20Cómo nada que fuese útil he rehuído de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,

21Testificando á los Judíos y á los Gentiles arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo.

22Y ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy á Jerusalem, sin saber lo que allá me ha de acontecer:

23Mas que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que prisiones y tribulaciones me esperan.

24Mas de ninguna cosa hago caso, ni estimo mi vida preciosa para mí mismo; solamente que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.

25Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, por quien he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro.

26Por tanto, yo os protesto el día de hoy, que yo soy limpio de la sangre de todos:

27Porque no he rehuído de anunciaros todo el consejo de Dios.

28Por tanto mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual ganó por su sangre.

29Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al ganado;

30Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para llevar discípulos tras sí.
31Por tanto, velad, acordándoos que por tres años de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas á cada uno.

32Y ahora, hermanos, os encomiendo á Dios, y á la palabra de su gracia: el cual es poderoso para sobreedificar, y daros heredad con todos los santificados.

33La plata, ó el oro, ó el vestido de nadie he codiciado.

34Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario, y á los que están conmigo, estas manos me han servido.

35En todo os he enseñado que, trabajando así, es necesario sobrellevar á los enfermos, y tener presente las palabras del Señor Jesús, el cual dijo: Más bienaventurada cosa es dar que recibir.

36Y como hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos.

37Entonces hubo un gran lloro de todos: y echándose en el cuello de Pablo, le besaban,

38Doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, que no habían de ver más su rostro. Y le acompañaron al navío.

Reina-Valera Antigua (RVA)

El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al evangelio

14Mas después que Juan fué encarcelado, Jesús vino á Galilea predicando el evangelio del reino de Dios,

15Y diciendo: El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al evangelio.

16Y pasando junto á la mar de Galilea, vió á Simón, y á Andrés su hermano, que echaban la red en la mar; porque eran pescadores.

17Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.

18Y luego, dejadas sus redes, le siguieron.

19Y pasando de allí un poco más adelante, vió á Jacobo, hijo de Zebedeo, y á Juan su hermano, también ellos en el navío, que aderezaban las redes.

20Y luego los llamó: y dejando á su padre Zebedeo en el barco con los jornaleros, fueron en pos de él.

21Y entraron en Capernaum; y luego los sábados, entrando en la sinagoga, enseñaba.

22Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene potestad, y no como los escribas.

23Y había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, el cual dió voces,

24Diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido á destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.

25Y Jesús le riñó, diciendo: Enmudece, y sal de él.

26Y el espíritu inmundo, haciéndole pedazos, y clamando á gran voz, salió de él.

27Y todos se maravillaron, de tal manera que inquirían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta, que con potestad aun á los espíritus inmundos manda, y le obedecen?

28Y vino luego su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.

29Y luego saliendo de la sinagoga, vinieron á casa de Simón y de Andrés, con Jacobo y Juan.

30Y la suegra de Simón estaba acostada con calentura; y le hablaron luego de ella.

31Entonces llegando él, la tomó de su mano y la levantó; y luego la dejó la calentura, y les servía.

32Y cuando fué la tarde, luego que el sol se puso, traían á él todos los que tenían mal, y endemoniados;

33Y toda la ciudad se juntó á la puerta.

34Y sanó á muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba decir á los demonios que le conocían.

35Y levantándose muy de mañana, aun muy de noche, salió y se fué á un lugar desierto, y allí oraba.

36Y le siguió Simón, y los que estaban con él;

37Y hallándole, le dicen: Todos te buscan.

38Y les dice: Vamos á los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido.

39Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.

40Y un leproso vino á él, rogándole; é hincada la rodilla, le dice: Si quieres, puedes limpiarme.

41Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió su mano, y le tocó, y le dice: Quiero, sé limpio.

42Y así que hubo él hablado, la lepra se fué luego de aquél, y fué limpio.

43Entonces le apercibió, y despidióle luego,

44Y le dice: Mira, no digas á nadie nada; sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza lo que Moisés mandó, para testimonio á ellos.

45Mas él salido, comenzó á publicarlo mucho, y á divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar manifiestamente en la ciudad, sino que estaba fuera en los lugares desiertos; y venían á él de todas partes.

Marcos 1:14-45.

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De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su tierra

14Y Jesús volvió en virtud del Espíritu á Galilea, y salió la fama de él por toda la tierra de alrededor,

15Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado de todos.

16Y vino á Nazaret, donde había sido criado; y entró, conforme á su costumbre, el día del sábado en la sinagoga, y se levantó á leer.

17Y fuéle dado el libro del profeta Isaías; y como abrió el libro, halló el lugar donde estaba escrito:

18El Espíritu del Señor es sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas á los pobres: Me ha enviado para sanar á los quebrantados de corazón; Para pregonar á los cautivos libertad, Y á los ciegos vista; Para poner en libertad á los quebrantados:

19Para predicar el año agradable del Señor.
20Y rollando el libro, lo dió al ministro, y sentóse: y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.

21Y comenzó á decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos.
22Y todos le daban testimonio, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?

23Y les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate á ti mismo: de tantas cosas que hemos oído haber sido hechas en Capernaum, haz también aquí en tu tierra.

24Y dijo: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su tierra.

25Mas en verdad os digo, que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fué cerrado por tres años y seis meses, que hubo una grande hambre en toda la tierra;

26Pero á ninguna de ellas fué enviado Elías, sino á Sarepta de Sidón, á una mujer viuda.
27Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; mas ninguno de ellos fué limpio, sino Naamán el Siro.
28Entonces todos en la sinagoga fueron llenos de ira, oyendo estas cosas;

29Y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual la ciudad de ellos estaba edificada, para despeñarle.

30Mas él, pasando por medio de ellos, se fué.

Lucas 4:14-30.